viernes, 5 de septiembre de 2008

El nacimiento de los delfines

Siendo un apasionado de la mitología, sobre todo de la nórdica, no podía dejar de escribir alguna entrada al respecto. Hay por ahí cierto personajillo que comparte mis gustos y que ha leído mucho sobre estos temas. Y uno de los animales por los que siente devoción esa persona son los delfines. Aprovechando la obra Relatos de Mitología, de Mª Angels Anglada, voy a intentar recoger cómo la mitología explica el nacimiento de estos animales, dedicando así la entrada a esta persona y esperando que disfrute de la lectura.

El delfín ha sido un animal admirado por el hombre desde tiempos inmemoriales. Se conservan narraciones arcaicas en las que se refiere a estos animales como 'los grandes peces azules e inteligentes'. De todos es conocido la gran inteligencia de estos mamíferos que pueden llegar a resolver problemas de una elevada dificultad. Las civilizaciones antiguas (sobre todo del Mediterráneo) conocían estas habilidades y dejaron constancia en grabados, pinturas y esculturas no ya solo de la belleza física de los delfines, sino también de su inteligencia. Algunos ejemplos:

Fresco de los Delfines. Palacio del Rey Minos. Knossos (Creta, 1500 a. C.)


Mosaico de la Casa de los Delfines. Delos (Grecia, 1000 a. C)


Fresco de una tumba etrusca. Tarquinia (Italia, 530 a. C.)

Y cómo no, los delfines debían tener su huequecito en la vasta mitología clásica. En este caso, el nacimiento de los delfines hemos de agradecérselo a los griegos. La leyenda cuenta de la siguiente forma la creación de estos animales:

Una vez, siendo todavía Dionisio (el Dios del vino) un joven, miraba al mar desde un precipicio, y unos marineros piratas, lo vieron. Como llevaba los vestidos y los mantos tan ricos y brillantes, pensaron que era el hijo de un rey:

-Lo raptaremos -dijo el capitán- y pediremos un rescate importante a su padre.


Así lo hicieron; anclaron la nave, se encaramaron escondidos entre las rocas, se abalanzaron sobre él y lo sentaron en el barco, atado co
n cadenas.

Mientras Dionisio los miraba, sonriendo con sus ojos azules como el cielo, las cadenas le cayeron de las manos y quedó libre.


-¡Desgraciados! -dijo el timonel-. Seguro que este chico que hemos secuestrado es un dios. ¿Quién sabe si es Apolo o Poseidón?


-¡Pobres de nosotros! Dejémoslo ir, no le hagamos ningún daño: ¡que no nos castigue con un terrible viento de levante y nos hunda la nave!


-¡Callad miedosos! -respondió el patrón-. Llevémoslo a su país, que debe ser Egipto, y que sus padres
nos paguen con riquezas. No creo que sea un Dios, sino un príncipe.

Se equivocaba totalmente: toda la cubierta se llenó, de pronto, de un vino perfumado y delicioso; los palos y las velas se cubrieron de vides y parras, con sus hojas y racimos de uvas. Una hiedra de hojas verde oscuro y bayas negras trepó por los otros palos, y coronas floridas, de repente, surgieron entre las estacas a las cuales se atan los remos.

¿Y Dionisio? Pues se transformó en un león muy feroz, e hizo aparecer un gran oso a su lado.

Los piratas, llenos de terror, se lanzaron por la borda y en el acto se convirtieron en delfines, cuyas almas seguían siendo de piratas, pero piratas arrepentidos. La leyenda dice que por eso los delfines acompañan y salvan a los náufragos, porque son aquellos piratas que quieren expiar su culpa. [...]

Así, la mitología nos descubre que estos mamíferos marinos antes que delfines fueron hombres que, castigados por Dionisio, se tranformaron en peces para no poder nunca más abandonar el agua y consacrando de esta forma la íntima relación que siempre ha existido entre las culturas mediterráneas y el Mare Nostrum. Ya tenemos una pista de dónde proviene la inteligencia de los delfines y el porqué de esa afinidad con nosotros, los mortales.

Mike ;)