miércoles, 3 de septiembre de 2008

Un Mundo sin Fin, review

Tal y como prometí por aquí no hace tanto, voy a dedicar hoy la entrada a hablar de Un Mundo sin Fin, la 'continuación' del aclamado libro Los Pilares de la Tierra, de Ken Follett. Aproximadamente un mes me ha llevado leer las 1014 páginas que componen la versión inglesa de este título, un periodo demasiado largo para mi, pero por otra parte lógico cuando estás leyendo un libro que no te ha enganchado.

Analizar este título no es fácil; no es fácil porque todos o casi todos los que lo lean habrán leído con anterioridad Los Pilares. Lo justo sería analizarlo de forma autónoma, pero teniendo en cuenta que desde la misma portada del libro se nos advierte de que es la secuela del aclamado éxito, no me queda más remedio que compararlo con el anterior (de no haber puesto esa anotación en la portada, muchos habrían acusado a Follett de plagio, como ahora después comentaremos).

Cuando leí Los Pilares de la Tierra, allá por el año 2001, me hubiera gustado que la continuación estuviese ya disponible para proseguir con la maravillosa historia de Aliena y Jack. Incluso llegué a ponerme en contacto con Ken Follett por email, para 1) darle la enhorabuena por el maravilloso libro que acababa de leer, y 2) preguntarle si habría una segunda parte. Ken me respondió que la adaptación al cine (por aquel entonces) estaba totalmente descartada, pero que posiblemente escribiría una secuela.

Hace unos meses me enteré de que Follett estaba terminando de escribir esta secuela, y me emocioné tanto que volví a leerme, esta vez en inglés, Los Pilares de la Tierra, para coger carrerilla y continuar, después, con el nuevo título. Compré Un Mundo sin Fin en Estados Unidos y pocos días después lo empecé. He de decir que no me gusta leer absolutamente nada de un libro, juego o película hasta que lo haya experimentado por mi mismo, y fue una auténtica decepción comprobar cómo la secuela no continuaba la historia anterior, sino que se desarrollaba en un marco temporal de 200 años posterior.

El libro comienza con una prosa similar a Los Pilares, hecho que atrae al lector después de haberse maravillado con la precuela. Pero poco después empiezan los desengaños: como lector, y no como crítico, decepciona que los personajes, los lugares, las situaciones y los problemas no sean más que un burdo calco del éxito anterior. Los protagonistas de Un Mundo sin Fin carecen de total personalidad (si acaso, sólo se salva Merthin), nada que ver con la maravillosa personalidad de Aliena, Jack o el mismísimo William de la primera parte, que casi te daba la sensación de que los conocías desde siempre.

Algo que me pone de los nervios, tanto en el cine como en un libro, es que haya una ausencia casi total de argumento. Los Pilares de la Tierra no fueron precisamente un elogio en cuanto al guión, pero en esta segunda parte, que repite casi al dedillo el esquema de la primera, el argumento es incluso menos importante, y a mi entender inexistente: el autor se limita a presentar una serie de acontecimientos y problemas que van surgiendo casi como por casualidad y sin saber muy bien dónde estamos o a dónde vamos.

La inteligente trama monacal de Los Pilares centra toda la atención en esta secuela de Follett, convirtiendo las más de mil páginas en un rollo eclesiástico que cansa hasta más no poder: la lucha del poder por los cargos religiosos. Se comentaba por ahí que esta secuela iba a tratar sobre la peste, sobre la destrucción de la catedral de Kingsbridge... Sí y no. Me explico: tanto la peste como el deterioro de la catedral están presentes en el libro, pero ni mucho menos suponen el eje argumental de la novela. Es más, me atrevo a decir que no son más que una excusa para alargar el número de páginas del título.

Si hay una escena que todo el mundo recuerda del primer libro (al menos para mi es una de las más características) es la violación del antagonista del libro en un castillo (no quiero dar detalles para no destripar argumentos a aquéllos que no hayáis leído los libros). Esta escena, cargada de rabia, de tristeza, de realismo, de sexo salvaje, fue una marca de identidad de la novela: el realismo medieval. Sin embargo, Follett pareció darse cuenta de esa 'atracción' inusitada por la escena de sexo del anterior libro y no ha sido lo suficientemente inteligente como para no caer en el error de no sólo repetir la misma escena varias veces en la historia, sino de salpicar las mil páginas, aquí y allá, de escenas eróticas que nada tienen que ver con la belleza de Los Pilares: esta vez son chavacanas, burdas, repetitivas, 'porno' en una palabra, que no aportan absolutamente nada a la historia.

Como ya dije antes, los personajes, al igual que los acontecimientos, son muy similares a los del primer libro, e incluso los problemas y las afrentas son prácticamente calcos del original. Y algo que no me ha gustado nada es la cantidad de personajes que nos presenta el autor, a lo largo de todo el libro y hasta el mismísimo último párrafo de la última página: un sin cesar de nombres que en la mayoría de los casos no aportan nada y que solo contribuyen al aburrimiento y a perderte en la trama.

To put it in a nutshell, como dirían los ingleses, Un Mundo sin Fin es una injusta secuela de una obra maravillosa. Como bien recita el refranero español, nunca segundas partes fueron buenas, y he aquí un claro ejemplo del error: Follett se ha limitado a coger algunos elementos que consagraron a Los Pilares y a repetirlos sin ninguna gracia en esta secuela. La falta de carisma en los personajes, la ausencia de un buen argumento y una longitud excesiva basada en la monótona repitición de problemas, dan al traste con un libro que en nada (o en mucho, según se mire) tiene que ver con la maravilla original.

Un Mundo sin Fin será un éxito de ventas, no me cabe la menor duda, pero el 99% de esa recaudación será gracias a la precuela de esta historia, ya que por él mismo no habría sido en ningún caso un best seller. Me encanta la edad media y todo lo que tenga que ver con ella, pero un kilo de libro que no hace nada más que dar vueltas al mismo problema aburre, sea de la edad media o del futuro.

Yo habría cambiado el título del libro a Un Mundo con Fin. O al menos eso espero: la pela es la pela, pero un autor como Follett tendría que saber cómo no destrozar una obra maestra.

Saludos, Mike.

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